Un runner que entrena de forma habitual en media o larga distancia desgasta mucho los “neumáticos”. Las zapatillas sobre las que realiza kilómetros y kilómetros van  perdiendo sus propiedades de forma paulatina. Aunque no lo parezca, eso podría desembocar en una lesión como, por ejemplo, la fascitis plantar o incluso un esguince por un resbalón inoportuno. En el artículo de hoy vamos a analizar los signos a los que debemos prestar atención para saber si nuestras zapatillas necesitan recambio. Aquí tenéis las claves para saber cuándo hay que cambiar de calzado, ordenadas de mayor a
menor gravedad:

 

  • Dolor de articulaciones, sobre todo pies y rodillas: corriendo, las articulaciones sufren mucho y es primordial tener las suelas en perfectas condiciones para trotar con la amortiguación adecuada. En definitiva, no se trata tanto de que las zapatillas estén en perfecto estado, como de que nos sintamos cómodos después de entrenar. A veces, los mayores signos de desgaste nos los comunica el propio cuerpo con dolores en la zona del talón o de los meniscos. Quizás el problema no sea que las zapatillas estén desgastadas, sino que no son las más adecuadas para nosotros. En ese caso, lo más adecuado es consultar en una tienda especializada, porque quizás nuestra pisada necesita un modelo para pronador o un modelo más amortiguado, por poner dos ejemplos muy habituales.

 

  • Arrugas persistentes en la mediasuela: las mediasuelas de espuma son flexibles y experimentan una recuperación entre cada entrenamiento. El
    material vuelve a su forma en reposo, pero cada vez lo hace con menos eficacia. Al final, se quedan marcadas unas arrugas de forma permanente y eso es un signo bastante alarmante. Recuerda que unas zapatillas suelen tener una vida útil de 650-700 kilómetros.

 

  • Desgaste en la parte superior: cuando el área del empeine empieza a sufrir desgaste y son visibles algunos agujeritos encima de la uña, o del metatarso…podemos estar ante unos signos evidentes de que hay que ir pensando en elegir un nuevo modelo de zapatillas. También las costuras deshilachadas son signos que nos indican que estamos llegando al final de la vida útil de las mismas.

 

  • Suela cristalizada: la suela de las zapatillas, fabricada con gomas y polímeros, a veces se endurece por el paso del tiempo. Si has guardado las zapatillas en el trastero hasta recuperarte de una lesión o porque has estado una temporada sin entrenar, comprueba si la suela sigue en buen estado para salir a trotar. Si notas una textura dura y brillante, significa que están cristalizadas y deben de ir directamente al cubo de la basura.

Salir a entrenar es la rutina de un runner e invertir en unas buenas zapatillas, y mantenerlas en buenas condiciones forma parte del equipamiento básico. De algún modo, la mediasuela y la suela es la única superficie de contacto que separa la planta del pie y el asfalto, así que tiene importancia. A partir de ahora, seguro que comienzas a fijarte más en cómo tienes las zapatillas, tanto las de entrenar como las de carrera.